La llamé cuando apareció su artículo, y nos vimos, nos hablamos y murmuramos, nos tuvimos, nos retuvimos y nos amamos, sin prisa, pero sin aplazamiento, como si hubiéramos señalado la fecha desde el alba de las criaturas. Enamorados uno del otro, encantados, incrédulos, súbitamente juguetones, como adultos infiltrados en el paraíso de los chiquillos. Yo sé, por haber observado las especies, que el amor no es más que un ardid para la supervivencia; pero es dulce cerrar los ojos.
... en realidad constituimos una suma de islas, de islotes, de tipos o parejas o familias, todos aislados, en soledades más o menos confortables, pero que no dejan de ser soledades.